La mañana pálida de muerto.
La mañana acústica, flácida, vencida.
Cartago haciendo de las suyas,
comiéndose mis ganas de aguja sin filo
desmembrando cada paso
apuñala
con ese rocío de flechas envenedas
con el gris asfáltico que triunfa sobre todo.
La mañana cartaginesa insomne
total de ochomogos congelados
de rifles silenciosos
camuflados en la niebla.
La mañana con sus catorce muertes
consecutivas
con su temple repleto de gusanos mojados
de lápidas transeúntes amansadas
por la lluvia.
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