La calle sufre la condena
de cargarnos en su espalda
uno salta y no se da cuenta
y se alborota los pies de asfalto,
pero la calle nunca salta
porque le duele
de vez en cuando se menea,
y nos mece el grito pasajero
y las aves marías
y las ambulancias ambulantes
cantan
de vez en cuando la calle se espanta
el insecto humano de su sangre.
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